Ep. 3 - Cárceles y salud mental
Los datos del Episodio 3 de "La Paradoja de la Democracia" y las alternativas reales que existen más allá del castigo.
En el más reciente episodio de nuestra serie de microdocumentales, “La Paradoja de la Democracia”, abordamos uno de los gritos más ignorados en el sistema carcelario: la salud mental. El guion del episodio se construyó a partir de una realidad que nos golpea a diario: la cárcel se ha convertido en la respuesta fallida a problemas sociales profundos.
Para ampliar lo que discutimos en el video, quiero compartir los datos que respaldan el episodio y profundizar en por qué el camino abolicionista no es una utopía, sino una necesidad práctica.
El infierno de Jonathan: cuando el sistema castiga la enfermedad
Comenzamos el episodio con la historia de Jonathan, un joven diagnosticado con esquizofrenia paranoide a los 18 años. Su primer encuentro con el sistema carcelario no fue por un acto de violencia premeditada, sino como resultado de un episodio de salud mental en el que su familia, buscando ayuda, terminó encontrándose con la Policía.
Esa primera vez estuvo preso durante cuatro semanas. Desde entonces, ha entrado y salido varias veces. Hoy, sigue preso.
La historia de Jonathan es un microcosmos de la tragedia sistémica. No solo su condición de salud mental no se trató adecuadamente, sino que el propio encierro exacerbó su vulnerabilidad. En la cárcel desarrolló colitis ulcerosa, una condición tan grave que derivó en la extirpación de su colon.
Su caso, documentado por El Nuevo Día (ver nota 1 y nota 2), no es una anomalía. Es el resultado esperado de un sistema diseñado para castigar, no para sanar.
Lo que dicen los datos (y lo que callan)
La cárcel es el espejo del fracaso de nuestras redes de apoyo comunitario. Cuando miramos los números, la evidencia es irrefutable.
Es crucial establecer un criterio de verificación: los datos oficiales más recientes del propio Departamento de Corrección y Rehabilitación (DCR) sobre el perfil de la población confinada datan de 2019. Para la población de menores, no se actualizan desde 2021. Esta opacidad ya es, en sí misma, una forma de violencia. Pero incluso esos números desactualizados pintan un cuadro desolador.
Salud Mental al Ingresar:
El 20% de los hombres y el 57% de las mujeres ya tenían algún diagnóstico de salud mental al momento de ingresar a prisión.
En el caso de los menores, las cifras son aún peores: el 69,05 % de los varones y el 100 % de las niñas presentaban diagnóstico al ingreso.
El Deterioro Adentro:
El encierro no solo no cura, sino que enferma.
Según ese mismo informe de 2019, un 34% adicional de la población adulta desarrolló alguna condición de salud mental tras ingresar a la cárcel.
En los menores, ese número (en 2021) aumentaba al 73% tras el ingreso.
El Uso Problemático de Sustancias: La Salud Pública Criminalizada
Estos porcentajes ni siquiera incluyen a las personas que enfrentaban trastornos por uso problemático de sustancias.
Hablamos del 65,25 % de la población adulta.
A elles se les sumaron 629 personas más que comenzaron a consumir luego del ingreso.
En menores, la cifra es casi total: 95,56 %.
¿La consecuencia más trágica de esto?
El “Informe de Muertes de Confinados” señala la intoxicación como la causa principal de muerte. Esto no es un accidente. Es el resultado directo de un manejo fatal del sistema de salud mental y de la entrada de drogas en las propias instituciones que deberían custodiar. Esta crisis ha sido ampliamente documentada, como lo demuestra la serie “Salud Mental en Prisión” del Centro de Periodismo Investigativo (ver la serie).
Esto no es una falla, es un diseño
¿Pero sabes qué es lo peor de todo esto? La mayoría de estas personas nunca recibió el apoyo que necesitaba antes de ser encarcelada.
Más del 70% de quienes usaron drogas de manera problemática NO recibieron servicios previos a terminar en una celda.
Aquí es donde desmontamos la narrativa de la “falla del sistema”. No es una falla; es un diseño. Es un sistema que nos empuja activamente al “enjaulamiento” de personas. El Estado está activamente castigando a personas por un problema de salud pública (como el uso problemático de sustancias o las enfermedades mentales) que no tiene la voluntad política ni fiscal de resolver en la comunidad.
La activista y académica Angela Davis lo dijo claramente en su libro ¿Son obsoletas las prisiones? (Te dejo el libro en PDF):
Las cárceles se han convertido en las mayores instituciones psiquiátricas del país, enjaulando a más personas con condiciones de salud mental que todos los hospitales psiquiátricos juntos.
Esto, señala, es una consecuencia directa de la desigualdad estructural en el acceso a la salud.
La sanación solo puede ocurrir en comunidad
Si el problema es el aislamiento y el castigo, la solución no puede ser más de lo mismo. La cárcel es un modelo único que fracasa de manera única.
Como enfatiza la organizadora Mariame Kaba, las alternativas deben ser múltiples y arraigadas en la comunidad. La verdadera seguridad no se construye con celdas, sino con recursos.
¿Qué sí funciona?
Descriminalización: Dejar de tratar el uso de drogas como un crimen y empezar a tratarlo como lo que es: un asunto de salud pública.
Tratamiento Comunitario: Invertir de manera masiva en programas de tratamiento comunitarios, accesibles, gratuitos y basados en la ciencia.
Reducción de Daños: Implementar programas que no exijan la abstinencia total para acceder a los servicios. El cuidado no puede estar condicionado.
Respuesta de Crisis No Policial: Crear equipos de respuesta a crisis de salud mental que no involucren a la policía, para que una llamada de ayuda no termine, como en el caso de Jonathan, en un arresto.
¿Queremos sanación y seguridad real? Debemos exigir que el presupuesto que hoy se destina a castigar el dolor se invierta en programas que lo atiendan.
La sanación sólo puede suceder en la comunidad, con apoyo y acompañamiento, no con aislamiento ni encierro. Podemos y debemos imaginar y construir un Puerto Rico donde el apoyo esté disponible para todes, no sólo para quienes pueden pagarlo.
Recomendaciones
We Do This ’Til We Free Us — Mariame Kaba (Haymarket Books). haymarketbooks.org
¿Y quién ama esta locura? — Adlie Cordero Espada publicado por Las Marías Editorial
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