La Estafa del Castigo: Por Qué la Justicia Restaurativa No Basta y Necesitamos Justicia Transformativa
El sistema penal siempre llega tarde. Es hora de dejar de reparar incidentes y empezar a transformar las condiciones estructurales que generan la violencia.
El pasado sábado 8 de noviembre, presenté estas reflexiones en el panel “Otro camino es posible”, como parte del Primer Conversatorio de la Coalición para la Transformación del Sistema Correccional de Puerto Rico: “Reescribiendo el futuro: Dignidad, oportunidad y retorno a la comunidad de las personas privadas de la libertad”.
Comparto con ustedes la ponencia.
Nos han vendido una estafa. Día tras día, nos hacen creer que la justicia es sinónimo de castigo, que la única respuesta a la violencia es más policía, leyes más duras y más jaulas. Pero el punitivismo es un espejismo.
Soy abogada, pero mi compromiso es con la transformación radical. Y desde esa trinchera, lo digo claro: justicia no es venganza. Como dijo la gran activista Fannie Lou Hamer, nuestro trabajo se ancla en la liberación colectiva, porque “nadie es libre hasta que todes seamos libres”.
La reciente sentencia del Tribunal de Apelaciones sobre el feminicidio en Puerto Rico nos grita en la cara el fracaso absoluto del sistema de criminalización para atender la violencia. La cárcel siempre llega tarde, pero, sobre todo, deshumaniza.
Pensemos con claridad: ¿De qué nos sirve un artículo penal más severo si llega después de que la compañera ha sido asesinada? ¿Evitó ese artículo que ella tuviera que regresar a la casa porque no tenía a dónde ir? ¿Le proporcionó un ingreso para ser autónoma? ¿Educó para desaprender el machismo?
No. El sistema penal nunca hace esas preguntas. Solo pregunta: “¿cuántos años le damos al que ya mató?”. Y a eso le llamamos “justicia”.
Eso es una trampa.
La Trampa de la “Justicia Restaurativa”
Para desmantelar esta estafa, me pidieron hablar de la justicia restaurativa, pero quiero usarla para alcanzar el horizonte necesario: la justicia transformativa.
Hay que reconocer que la justicia restaurativa da un paso valiente. Cambia la conversación.
Howard Zehr, uno de sus pioneros, explica el cambio de paradigma con unas preguntas simples pero profundas:
El sistema penal pregunta: “¿Qué ley se violó, quién la violó y qué castigo merece?”.
La justicia restaurativa pregunta: “¿Quién sufrió daño? ¿qué necesita? ¿quién asume la responsabilidad de reparar?”.
Esto es un avance inmenso porque desplaza el eje del castigo hacia la responsabilidad y la reparación.
Pero (y este es el “pero” central) la justicia restaurativa a menudo se enfoca únicamente en el incidente. Puede reparar una relación interpersonal rota, pero no pregunta por qué esa relación se rompió de manera tan violenta en primer lugar.
El Horizonte Abolicionista: Justicia Transformativa
Aquí es donde la justicia transformativa (JT) da el salto.
La JT no solo busca reparar el daño; también pregunta qué condiciones sistémicas y estructurales hicieron posible ese daño.
La justicia restaurativa repara el hecho; la justicia transformativa transforma las condiciones.
Cuando hablamos de “condiciones”, no lo hacemos en abstracto. Hablamos de:
El patriarcado: ¿Cómo la socialización de los hombres en la dominación crea el terreno fértil para la violencia?.
El racismo: ¿Cómo la deshumanización histórica de las personas negras y racializadas hace que la violencia contra ellas sea más invisible o recibida con más violencia policial?.
La pobreza capitalista: ¿Cómo la desesperación de no tener para las necesidades básicas genera violencia social que se expresa en lo interpersonal?.
El colonialismo: ¿Cómo un sistema que nos gobierna con violencia, como la Junta de Control Fiscal, nos ha enseñado que esa es la única forma de resolver conflictos?
La transfobia y la homofobia: ¿Cómo el odio a quien no se conforma con el binario justifica la expulsión y la precariedad?
La justicia transformativa es, por definición, una justicia abolicionista. Entiende que la policía y las cárceles no son la solución, sino que forman parte del problema de la violencia sistémica.
Abolir no es un vacío, es construir
La sentencia sobre el feminicidio es una brújula que nos señala con claridad dolorosa: el camino nunca fue, ni será, el Código Penal.
Cuando hablamos de abolir la policía y las cárceles, no hablamos de un vacío. Hablamos de construir algo tangible en su lugar.
Hablamos de construir seguridad real.
Como nos enseñan las organizadoras abolicionistas, desde Mariame Kaba hasta Critical Resistance:
La seguridad no es un policía en cada esquina; la seguridad es tener tus necesidades cubiertas. La seguridad es la comunidad organizada.
La abolición es el trabajo de financiar masivamente:
Salud mental comunitaria, accesible y gratuita.
Mediadores vecinales y brigadas comunitarias entrenadas en desescalar conflictos.
Economía solidaria, cooperativismo y vivienda segura.
Sistemas de cuido infantil comunitarios.
Educación sexual integral.
¿A qué comunidad se retorna?
Incluso cuando hablamos del “retorno a la comunidad” de las personas privadas de libertad, la justicia transformativa nos obliga a preguntar: ¿A qué comunidad están retornando?.
Si retornan a la misma comunidad precarizada y sin recursos que les empujó al sistema de criminalización en primer lugar, el “retorno” es solo una puerta giratoria.
Nuestro trabajo no es solo pensar en cómo las personas “retornan” de la cárcel. Nuestro trabajo es transformar la sociedad para que no existan jaulas.
La verdadera justicia no es encerrar a quien nos daña; es construir un mundo en el que ese daño sea, en primer lugar, impensable.
Otro camino no solo es posible. Lo estamos construyendo.
Esta conversación no termina aquí; es donde empieza la práctica. 🔥 El panel se tituló “Otro camino es posible”. Para ti, ¿por dónde empezamos a construirlo?
Quiero leerte. 👇
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